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Etapa 8. A por la provincia de Oriente (18/08/2018)

  • Foto del escritor: Diego Supelano
    Diego Supelano
  • 14 dic 2018
  • 4 Min. de lectura

El objetivo del día era completar la totalidad de los municipios de la provincia de Oriente. Para lograrlo se planeó levantarse muy temprano, recorriendo en carro el trayecto entre Garagoa y La Capilla, y de allí iniciar el registro de los municipios a punta de velocípedo. La madrugada pilló a los retadores con un sonido estrepitoso de lluvia sobre las tejas de zinc que cubrían un alero del patio trasero del hotel en que estaban hospedados, las habitaciones estaban justo sobre un pasillo que terminaba en dicho patio. En principio pensaron arrancar según lo planeado y ver si escampaba en el trayecto hasta La Capilla, pero el aguacero era fuerte, incluso para subir las ciclas al automotor. La juagada, aunque estuvieran por los 1.700 msnm, representaba una emparamada en el kilómetro menos uno.


Amainado levemente el aguacero, y con media hora de retraso, hacia las siete de la mañana partieron por fin. Igual se mejoran montando a Tunda y Muxi en los soportes de techo del carro acompañante. Se demoraron 30 minutos hasta La Capilla, la lluvia se mantenía constante y fue allí donde los retadores toman una dura decisión para un ciclista: comenzar lloviendo el recorrido; más duro sería tener que abortarlo. Se registró el municipio con las piernas frías todavía y sin perder tiempo se tomó un descenso en falso plano de “3,8 kilómetros”, como lo anunciaba el primer aviso de tránsito que presenciaban con decimales en lo que va del reto, hasta Tenza, un pueblo bastante bonito, que dejaba ver sus encantos a pesar de la hora y la lluvia. Desayunaron y comenzaron la primera dificultad del día: subida de 8 kilómetros bajo la lluvia hasta alcanzar un alto que luego los llevaría hasta Sutatenza. En la bajada la lluvia cesó un poco, pero al alcanzar la plaza del tercer municipio del día se soltó el aguacero. Fue el primer municipio que quedó registrado bajo la lluvia.



Desde Sutatenza vino un descenso de pavimento con la lluvia ya más calmada hasta Guateque, capital de la provincia de Oriente. El agua no permitió el aprovechamiento óptimo de los equipos audiovisuales para el registro merecido de los municipios que llevaban hasta el momento de ese día.


Saliendo de Guateque vino un descenso entre pavimento y pasos de lodo, donde se mezclan tramos de carretera óptima con tramos de trochas estilo Jurassic Park. Terminado el descenso comenzó la trepada hasta Guayatá: seis kilómetros larguitos que en su segunda mitad presentaban buen pavimento, con una vegetación parecida a la de clima frío, propia de esa zona que los nativos le vendieron a los visitantes como el segundo eje cafetero de Colombia, pero que de ahora en adelante para los retadores sería el eje cafetero a secas, que jijuemadres, primero lo de la tierrita. Entrando ya al casco urbano, los pedalistas se encontraron con unos 200 metros de tramo que rondaba el 20% de inclinación. Hasta espectáculo les dieron a los lugareños apostados a los lados que observaban como les tocaba sentarse en la punta del sillín para coronar la pendiente. A pesar de que recién había parado de llover había movimiento de gente dado que estaban en el Festival de la mogolla.



Ya rondaba el medio día, por lo que aprovecharon para almorzar, dado que de ahí en adelante se vendría pura trocha hasta prácticamente acabar la travesía de ese fin de semana y las distancias entre municipios se harían más extensas y tortuosas. Por Somondoco, la tarde comenzó llevando a los retadores por un camino que en la planeación parecía de travesía, pero que era de trocha brava. Los locales recomendaron tomar por una vía que primero subía y luego bajaba hasta Somondoco, donde claramente las pendientes evitan que se empoce el agua y se formen los barriales que se encuentran en las partes “planas” como los de la vía de la primera opción. Así que un puerto de cuatro kilómetros fue el paso afrontado por los ciclistas para llegar a la tierra del chicharrón de cuajada.


Se puede decir que desde Guayatá el recorrido fue soleado por el resto del día. Sin embargo el clima ya había hecho su efecto en las bicicletas que acusaban mayor desgaste de lo esperado. Saliendo de Somondoco no se conocía aun el destino final; el día anterior habían pensado incluso llegar hasta Santa María, en la mañana una vez se percataron de la lluvia pensaron que Chivor sería más sensato. Pero los tramos destapados y embarrados, aunque de bajada o travesía, se cruzan con velocidades similares a las de las subidas, lo que incrementa el retraso. El tramo hasta Almeida, el siguiente municipio, eran 16 kilómetros, la primera mitad cuesta arriba y la segunda de travesía terminando en bajada. El paso fue agradable, salvo por un puente que terminaba con la mitad de la vía derrumbada, lo cual representó un reto para el paso del carro acompañante. Llegaron a Almeida pasadas las cuatro de la tarde, el sol estaba en todo su esplendor, sin embargo Chivor estaba pasando un puerto de 10 kilómetros más una bajada de 11 con un leve repecho al final. Bajo este escenario, más un tiempo extra que se requería para limpiar cadenas y engrasar, sin conocer las condiciones de la vía y con la posibilidad de una llegada nocturna, el grupeto optó por pernoctar en Almeida.


Un aliciente adicional fue ver en la plaza de este pueblito, no tan conocido, un bonito hotel con visos coloniales remodelado recientemente. Allí mismo recibirían la alimentación y podrían tomarse unas merecidas polas antes de entregarse al descanso, a rogar porque al siguiente día por fin pudiesen arrancar secos.

 
 
 

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