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Etapa 4. Por los municipios de la Provincia de Valderrama, ni uno más, ni uno menos (04/08/2018)

  • Foto del escritor: Diego Supelano
    Diego Supelano
  • 14 dic 2018
  • 4 Min. de lectura

Con la experiencia de la primera etapa, esta vez los lanceros fueron mucho más prevenidos en términos de planeación y manejo de tiempos, conservadores con las cuestas desconocidas y con los repechos que anunciaba el trazado expuesto por la georeferenciación y estudiado previo a la salida. Por esta razón, los primeros kilómetros entre Duitama y Beteitiva los hicieron en carro, allí desembarcaron, se despidieron de su transporte motorizado, para ahora depender solo de sus piernas.


El objetivo de esa primera etapa fue Chita, pero para llegar hasta allí era necesario recorrer algo más de 100 kilómetros y 3 puertos, todos de más de 15 kilómetros de trepada, dos de ellos de superficie destapada. Salir de Beteitiva exigió una travesía de 7 kilómetros hasta llegar a la vía principal, donde continuaba una subida de buen pavimento para comenzar a descender 3 kilómetros hasta Tasco. El buen clima permitía apreciar lo que iba a ser un paisaje netamente minero, de caminos de tierra y montañas negras, que otorgan el ADN a la provincia del Valderrama y en consecuencia la fiereza de su gente, trabajadores del carbón que surten de energía a gran parte del país.


De Tasco vino un descenso destapado hasta Paz del Río, municipio registrado en la primera salida, así que siguieron sin parar hasta Socha por una trepada de 10 kilómetros adornada con paisaje de cañón que tiene como atractivo el paso por Socha Viejo. En Socha la parada se extendió por la ingesta obligada de un delicioso mute y el enlace con la norte fm 94.4, emisora que trasmite el programa Tierra Boyacense y se conecta los sábados de 9 a 11 de la mañana con varias emisoras de Boyacá.


Desde Socha ascendieron 6 kilómetros más hasta un cruce: a la derecha los llanos, a la izquierda descenso hasta Socotá, allí se acaba el pavimento. Bajaron por una vía destapada, transitada principalmente por volquetas, hasta un puente donde comenzaron el ascenso de 3 kilómetros hasta al casco urbano de Socotá. La mayoría de la topografía de esta región es así, descenso hasta el cañón del Chicamocha y paso de un puente que les marcaba pie de puerto. Socotá a su entrada les ofreció un tramo de vía pavimentada, que en carro parece poco, pero en bicicleta resulta un bálsamo.


Marcaba el medio día, recargaron caramañolas en Socotá y pa’ arriba, 17 km destapados los esperaban para alcanzar Jericó, el municipio más alto de Boyacá, con 3.100 msnm. Subir el puerto les tomó cerca de dos horas y media; en la cima un pequeño descenso pavimentado les dio un descanso hasta Jericó. La sensación de altura era evidente, con el cielo destapado la vista alcanzaba varios municipios a lo lejos, incluyendo Chita, su destino final de ese día. Eran las dos y media de la tarde, la nativa que les dio la bienvenida les recomendó un sitio para almorzar que resultó ser un típico restaurante de un municipio que tiene pocos visitantes. A Chita se va normalmente por la vía Soata - La Uvita, vía que es totalmente pavimentada, es decir que el recorrido que hicieron los ciclistas no es habitual. Volviendo al “restaurante”, que era un depósito de bultos de papa, con una cancha de tejo y música carranguera de fondo, encontraron en el menú: carne de chivo, res o gallina, y de acompañamiento papa, mucha, mucha papa. De tomar, cerveza o cerveza.



A las tres de la tarde iniciaron un largo descenso hasta el cañón. Los jinetes iban con un gran respeto por el trayecto que los separaba de Chita, que tenía en la planificación un ascenso de 3 kilómetros, luego un tramo de travesía y para rematar una subida de 10 kilómetros. El primer trayecto de cuesta de 3 kilómetros les resulto una tortura, seguro con una constante de inclinación de más de dos dígitos, representó un gran desgaste y comenzó a afectar la cabeza de los pedalistas, imaginar así los diez kilómetros finales presagiaba una llegada nocturna a Chita. Pasado el tramo de travesía se iniciaba el ascenso final, el sol pegaba duro en sus últimos minutos del día, los ciclistas se dan ánimo “bueno, ya solo es subir en piloto automático”. Pssss, pinchazo de Muxi en la rueda delantera justo al comenzar puerto. Se hizo un recambio rápido de neumático, durante el cual pasó un carro que ofreció llevarlos a Chita; es normal pensar que a esa hora y en ese lugar un par de ciclistas parado a la orilla de la carretera añoren un transporte que los saque de ahí, pues todo centro urbano cercano queda bien arriba desde ese punto.


Los ciclistas agradecen la ayuda, la dejan pasar y solo se cercioran de ir por la vía correcta para luego retomar su camino pedaleando. El primer tercio de segmento resulto tortuoso, la buena sorpresa fue que pasados tres durísimos kilómetros se vino un tramo de travesía rápido que los llevó hasta el trayecto final, tres kilómetros pavimentados que al final coronaban Chita. En este punto fue necesario prender luces, el sol se fue ocultando y la plaza de Chita recibió a los ciclistas con luces artificiales y llovizna leve, marcaban las 6:30 de la tarde. Coronaron con media hora sobre lo presupuestado, nada grave comparado con la primera etapa que terminó en Covarachía. Hotel económico en la esquina de la plaza, comida rápida, y a dormir cómodamente con la escolta de los cerros que al otro día tendrían que sortear.

 
 
 

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