Etapa 25. La doble a Pisba (20/06/2019)
- Diego Supelano
- 24 jul 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 12 sept 2019
La receta para la jornada era la misma del día anterior pero con una demora adicional al comenzar, pues había que limpiar y aceitar la trasmisión de Tunda y Muxi, quienes estaban extenuadas a causa del barro y la lluvia recogida en el periplo por Paya. Así las cosas estuvieron partiendo a las seis de la mañana hacia el puerto de 12 kilómetros que ya habían hecho el día anterior, pero ahora para tomar desvío a Pisba una vez coronado.
Si la exigencia de la etapa anterior fue suprema para las ciclas no lo fue menos para los ciclistas, por primera vez en una salida del reto uno de los pedalistas acusó dolencias que venía sufriendo en silencio. Tras un par de kilómetros y conociendo lo que se vendría en la jornada tras la experiencia del día anterior, el afligido ciclista puso pie en tierra y expuso a su colega el problema: tal vez podría terminar ese día, pero a paso muy lento, lo que generaba un panorama aciago para los 36 km de ascenso que afrontarían en la cuarta etapa. El reto esta planteado a nombre de Boyacicleta y no en nombre propio, y estando ya en esas latitudes deciden que quién quedara en pie hiciera en solitario el registro. De esta manera, a quién en lo que resta de este relato llamaremos el Retador, continuó a paso ligero la marcha con la sosobra de la soledad y la responsabilidad de hacer los registros correctamente.

Ya en el desvío luego de coronar el alto, el retador sobreviviente tomó la izquierda, esta vez a Pisba, que a diferencia de Paya que tenía unos kilómetros más de travesía, hacía Pisba es franco descenso desde el inicio. No obstante se encuentran segmentos de hasta más de un kilómetro planos o de repecho tendido, que aunque frenan el ritmo de bajada, suponen un descanso para el futuro retorno, por lo que el Retador los toma con calma y buena actitud. Antes de las nueve se encontró con el puente que atrevisa un caudaloso río, de allí venía una subida hasta la plaza de Pisba de unos 4 kilómetros con promedio de pendiente de más de dos dígitos que estaba embarrada por la lluvia constante. La Libertad ofrecía así otra batalla al retador ya cuando se sentía en el municipio 119 del reto.


Eran las 9:20 de la mañana cuando el Retador coronó después de una interminable recta de placa huella una plaza bañada por un cernidillo. A una cuadra de lo que sería el centro, había un pequeño restaurante, y aunque este sí tenía aviso, era muy similar al de Pisba: dos mesitas y el menú de huevo o huevo. Repitiendo la receta del día anterior el Retador se abasteció de galletas y chocalatina en la única tienda vio, más botella de agua adicional dado que en el camino de vuelta no se observaron tiendas. El retador inició el ascenso a la diez de la mañana, era una hora menos que al día anterior, además en esta ocasión se avisoraban descansos durante la subida, todo esto es gasolina mental para un ciclista.

El ascenso fue mucho más suave que el de salir de Paya, lo cual se intuía desde el papel, pero los retadores han aprendido a nunca confiarse. Así las cosas tras una subida sin lluvia pero fresca, el Retador estuvo coronando de nuevo en el desvío a las 12 del medio día. Esto le permitió bajar tranquilo y sin afanes para desombocar en Lagrande a la una de la tarde, encontrando a un compañero ya descansado que disfrituba de una polas aprovechando unas escasas horas de sol.

Tener toda la tarde era óptimo para descansar de los tres días de duro pedal, no solo para las piernas sino para el cuerpo en general, pues la bajadas largas en destapado tenían agotados los remos delanteros de los Retadores, sobre todo las manos. La tarde se pasó rápido. Mientras compartían algunas cervezas con los lugareños se hizo de noche, comieron los que más pudieron y finalmente se acostaron luego de abastecerse con la suficiente comida y líquido para afrontar la etapa del siguiente día ante la posibilidad de no encontrar tiendas en los 36 km de ascenso.
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