Etapa 20 - Otro límite con Santander y el famoso Bocademonte (16/04/2019)
- Diego Supelano
- 17 may 2019
- 3 Min. de lectura
Los retadores tendrían ese día la oportunidad de coronar el puerto de Bocademonte, una catedral del ciclismo que no muchos ruteros tienen en su lista de chequeo. El puerto se alza 28 kilómetros desde Pauna hasta un alto que dicta luego un descenso de 11 kilómetros hasta la Capital Mariana. Pero como el reto no es ningún paseo al parque, luego de los primeros 7 kilómetros debían desviar a la izquierda para afrontar un descenso de unos 6 kilómetros por vía destapada y luego unos cinco de travesía hasta Briceño, para luego ascender unos cuatro más y descender cinco hasta Tunungua, tramo que por supuesto tendrían que recorrer de vuelta para retomar los 21 kilómetros faltantes hasta Bocademonte.
Los primeros kilómetros iniciaron hacía las 6:30 de la mañana, siete kilómetros de clima fresco con un paisaje de tierra caliente más turístico que el observado en el extremo occidente, con sembrados de naranjo y prados podados. El ascenso se hizo rápido, al tomar el desvío a Briceño los retadores no disfrutaban mucho el tramo de bajada pensando que luego debían retomarlo subiendo; la consigna fue pasar derecho a Tunungua y registrar Briceño al regreso. De Briceño a Tunungua se asciende primero unos cuatro kilómetros de excelente pavimento, luego se descienden otros tres en las mismas condiciones pero de un momento a otro pasa de un pavimento moderno a vía destapada. No avanzaron casi nada cuando encontraron el desvío a Albania – Santander: en ese punto Santander está a menos de un kilómetro hacía la derecha, tomaron la izquierda y fueron dos kilómetros más de descenso hasta Tunungua.

Siendo las nueve de la mañana se registró Tunungua y se consumió el desayuno. Plaza pequeña pero agradable, en el sitio del desayuno solo vendían huevo, así que reemplazaron el caldo con doble porción. Hacía las diez de la mañana estaban listos para recoger los kilómetros nuevamente hasta la vía principal pasando antes por Briceño para el registro oficial. Tanto el puerto para salir de Tunungua como el último para salir de Briceño a la vía principal resultaron no ser tan pendientes, sin afanes estaban a las doce en punto de nuevo enrutados hacía Bocademonte, los esperaban 21 kilómetros de franco ascenso.

Sin pausa continuaron el camino imaginando que aquel puerto sería como una de las tantas subidas que llevan de los pueblos calientes de Cundinamarca a Bogotá, donde es fácil encontrar restaurantes o negocios de carretera cada tanto, así pues pensaron hacer una parada sustanciosa a los diez kilómetros. La sorpresa fue encontrar una vía bastante desolada, lo que explica en alguna medida que el turismo por la zona aun es incipiente, situación injusta para el paraíso que los retadores toparon en occidente. Faltando unos cinco kilómetros para coronar puerto al fin apareció una tienda, pero más con características de comercio veredal, donde algún habitante local aprovecha para vender cerveza y algunos paquetes. Pues fue como un oasis, recargaron fuerzas y luego de dos horas y veinte minutos coronaban una subida, que en condiciones de prueba de ruta dominguera podría reducirse en tiempo casi a la mitad para un recreativo bien entrenado.

Los últimos kilómetros fueron de niebla cerrada, lo cual le dio el toque épico que ameritaba un cierre de quinta etapa para la salida planteada como reina dentro de todo el Reto 123. La realidad es que resultó más amena de lo esperado, descendieron hasta Chiquinquirá para culminar a las cuatro de la tarde en el parqueadero donde encontraron el vehículo en el cual llegaron a la puerta de occidente cinco días antes. La salida sin duda podría calificarse de cinco estrellas, buen clima y cero incidentes, salvo por la perdida que al final terminó ser un elemento positivo. Finalmente, seguro que cualquiera de los tres retadores podrá decir con convicción que en occidente hay un paraíso perdido que esta a la vuelta de la esquina … ¡que viva Boyacá!!!!
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